No la vi venir. De repente, la tuve delante de mis narices. Tenía la mano apoyada en la pared, miraba al suelo, por lo que su melena negra y rizada me tapaba su cara. Era alta, casi medía lo mismo que yo. Pongámosle a ojo, 1,75. Soy de números. Me gusta concretar. A ella, ya sin hablar, la vi más de letras. Tuve la certeza cuando, por fin, levantó la cabeza y me miró. Eso sí, lo que no hubiese acertado, jamás, es lo que iba a decirme. — Se me han caído las bragas. Abrí la boca para contestar, pero no me salió ninguna palabra. Me quedé ahí, supongo que con cara de estúpido. A pesar de haberme graduado recientemente en ingeniería. Me gusta la informática, programar. Sí, eso. Si tuviera que definirme diría que soy programado, tal cual. — ¿Hay alguien ahí? Quizás ha sonado mal, ¿no? Aunque… si estás pensando en esas cosas a estas horas de la mañana debes de ser un salido importante. Digo yo. — ¿Acabas de llamarme salido?, ¿y te llamas…? – De pr
Todas las historias comienzan a través de una ventana. Siempre hay alguien que las escribe o las cuenta, y otra persona que las escucha o las lee. Y las interpreta como si viese por un cristal transparente, quizás, mejor dicho, translucido, porque según sus experiencias entenderá dicha historia de una forma u otra. Y es que, lo que hace, no es más que eso. Mirar a través de una ventana. Un portal directo a otro mundo que no es el suyo. Algo tan mágico que te hace viajar sin moverte de donde estás. Es también una ventana invisible. Una ventana que puede presentarse con diferentes formas e ir acompañada con imágenes, música, con cualquier elemento que añada más realismo, que haga que te metas de lleno en esa historia ajena a ti. Que haga posible creer que puedes vivir en la luna, viajar a través del tiempo, enamorarte del rey o reina más importante del universo más recóndito. Elementos conjuntos que cumplen la función más importante de todas, otorgar verosimilitud a una historia. Oto